Hoy he tenido uno de esos días en los que sientes una necesidad enorme de escribir lo primero que se te pasa por la cabeza, bueno, en realidad no sé si esto es algo común, pero a mí me pasa mucho, y disfruto teniendo esos momentos; aunque realmente lo que escriba no tenga ni pies ni cabeza, y lo que piense tampoco. Hoy me di cuenta de lo que he cambiado con el paso de los años, sobre todo comparándolo con mi primer año aquí. Cuando lo pienso me entra nostalgia, para qué nos vamos a engañar. Echo de menos esa ilusión por cada detalle, la utopía de lo perfecto, eso que iba a encontrar al estudiar fuera de casa tras cumplir uno de mis objetivos. Echo de menos esa inocencia, ingenuidad, esas caras desconocidas de la gente que serían mis compañeros durante 4 años, y quién sabe si más tiempo. A día de hoy, algunas de esas caras desconocidas son personas importantísimas para mí, algo así como una familia. En fin, no sé el porqué de todo esto, y mucho menos por qué lo incluyo en el blog, pero voy a aprovechar que lo tengo, aunque sea para hacer una entrada un tanto egocéntrica.
Siempre he pasado mi vida intentando ser más mayor, queriendo crecer, tener la edad de mi hermano para poder hacer todas esas cosas que me parecían tan fascinantes. Siempre me dijeron que ya me llegaría la etapa en la que me ocurriría lo contrario, y que aprovechase ahora que podía. Les doy la razón, por eso estos años universitarios me dije que los aprovecharía como nunca antes hice, como si ello supusiese enmendar lo anterior, o empezar de cero. Qué absurdo, nunca se empieza de cero, aunque para mí supusiese un cambio bastante radical comparándolo con todo lo que había vivido anteriormente; un cambio que me ilusionaba y deseaba con todas mis fuerzas. Y vuelvo a ver lo que hemos cambiado…ni siquiera Jose Manuel Hermosilla me impone como lo hacía en el primer curso, porque tengo la sensación de conocerle.
Aprendes a vivir las cosas de otra manera, y lo que ves de tu alrededor, esos pequeños detalles que antes capturabas en la mente, ya te son todos familiares; el menú del comedor de la residencia, las charlas incesantes sobre el Plan Bolonia, tener apuntados en la agenda (aunque se me suele olvidar en casa) decenas de trabajos que, curiosamente, se me acumulan al final. Pensándolo bien, hay cosas que no cambian aunque pasen cientos de años, esté donde esté. Y nada, el año que viene se acaba todo para empezar algo nuevo, se puede decir que mañana mismo, porque viendo lo rápido que ha pasado el tiempo, miedo me da pensar en el después; qué estaré haciendo, y sobre todo, dónde estaré. Más que miedo incertidumbre, o curiosidad por esos otros pequeños detalles que volveré a capturar en mi cabeza; más gente y costumbres con las que me familiarizaré; y más gente a la que echar de menos. Me está entrando el famoso síndrome de Peter Pan, y tengo deseos de parar el tiempo, aunque sólo sea por una temporada. Estoy demasiado bien integrada en esta vida; adaptada, ¿no? Y los “demasiados” nunca son buenos, porque implican un “pero” después. Aunque estoy segura de que mañana estaré rodeada de personas que me harán sentir algo parecido, y volverán a llenarme la cabeza de sensaciones e historias sobre sus vidas. Es una pena, una pena no poder abarcar tanto bueno que me he encontrado, y que me encontraré.
. . . Ley de vida . . .
Ufff. Bienvenida al club, y somos muchos, yo casi diría que todos. Pero todos no tienen un blog, así que aprovecha también esa circunstancia. Te queda mucha "mili", y ojalá puedas siempre hacer el balance en positivo de lo que atesoras, y que la nostalgia sea siempre por lo vivido y no por lo que pudo haber sido. ¡Ah! y es cierto yo no te impongo ya porque me conoces, y eso te pasará con todo y todos, tarde o temprano. A eso se le llama hacerse mayor, y no tiene que ver con la edad. Jose
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