El caso es que este instituto tomó la decisión de prohibir el uso de vestimentas que cubran la cabeza o rostro del alumnado dentro de las aulas, sin excepción. En este contexto se encuentra Najwa, española de religión islámica, que ha sido apartada de las clases por asistir a ellas con el velo musulmán tan criticado por muchos tal y como nos comenta el texto. Ahora bien, ¿son acercadas las políticas de regulación y prohibición de esta prenda que han llevado a cabo algunos centros o nos estamos excediendo en nuestras labores?
En primer lugar, aclarar cuál es la simbología del hiyab inscrito en el libro sagrado musulmán (Corán), para así comprender mejor a qué nos enfrentamos. Antiguamente, esta prenda se utilizaba para distinguir a las mujeres esclavas de las que no lo eran, pero esto ha evolucionado en el mundo musulmán con el paso de los años a una prenda simbolizadora de la sumisión a Dios, y la sumisión de la mujer dentro de esta sociedad. He ahí el conflicto, ¿debemos aceptar que mujeres musulmanas que en nuestro país llevan voluntariamente el velo lo sigan haciendo, o tomar medidas para atajar una situación que tiene un trasfondo mucho mayor como es la desigualdad y violencia social hacia la mujer musulmana que se presta a llevarlo? Complicado asunto.
El hiyab o velo islámico, en realidad, es una vestimenta femenina que antaño cubría la mayoría del cuerpo de la mujer, y que hoy ha quedado reducido al rostro. Buscando al respecto, podría dar dos explicaciones sobre por qué la mujer musulmana lleva el velo en cuestión:
- Llevarlo protege a la familia, puesto que de este modo el marido no se sentirá atraído por mujeres más jóvenes que su mujer. Esto, enlazado con que consideran que la juventud y belleza de la mujer sólo dura quince años. En cambio, aquellas mujeres que sean feas o mayores no estarían obligadas a llevarlo.
- El llevarlo protege también a la mujer que lo lleva, ya que así ningún hombre se sentirá atraído por su cuerpo al estar totalmente tapado. Con esto se evitará que abusen de ella o puedan molestarla.
Increíble, pero cierto. En vez de tomar medidas o realizar políticas educativas y sociales para proteger a la mujer en cuestión y atajar y prevenir los malos tratos ejercidos sobre ella, su cultura y religión machista les impone una prenda “protectora” de la acción de los hombres no penada por la misma religión que las somete. Vergonzoso. Entonces ¿qué pasa? Que traen esa tradición y costumbres a nuestro país, y se empieza a generar esta polémica.
Mientras sus maridos, padres o hijos pueden ir en pantalones blancos y cortos, ellas van cubiertas de una prenda que “voluntariamente” llevan, y lo pongo entrecomillado porque en algunos casos es una voluntad coercionada por su propia familia y religión; lo llevan porque lo deben de llevar, lo quieren llevar porque así lo dice la religión de su país, pero la simbología machista, retrógrada y ofensiva para la mujer sigue siendo la que es. Sumisión y desvalorización de la mujer. Pero en otros casos, como el que nos encontramos, ¡no es así! ni parece ser coerción su uso. En fin, parece complicada la ambigüedad del asunto. Aunque desde mi perspectiva personal, considero que el hecho de que en su país se haga no quiere decir que sea correcto el trato que se da al colectivo femenino, precisamente porque no hay libertad cuando se educa desde la desigualdad. Pero claro, ¿quiénes somos nosotros para cambiar su religión o sus deseos de llevarlo, a pesar de que para algunos esto sea incomprensible? o ¿no somos nosotros los que atribuímos a su uso una concepción negativa cargada de prejuicios?
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