Pues bien, lo ajeno y diferente a nosotros nos produce temor y rechazo, tanto que tendemos a pensar que estas personas “diferentes” únicamente por compartir otra cultura son las responsables de todos los males. Venga ya. Este cuento es un ejemplo del prejuicio instaurado en la mentalidad de algunos españoles, lo que me parecía una buena idea para introducir la temática de mis compañeras Irene, Azahara, Rocío, Beatriz y María del Mar. Inmigración.
El inicio de la exposición, ya que la semana anterior fue imposible ver el trabajo que traían preparado, comenzó pidiendo a la mitad de la clase que escribiesen una carta destinada a una persona inmigrante para explicarle los motivos por los que no debería venir a España en busca del “futuro mejor”, y la otra mitad debía escribir desde la perspectiva del inmigrante añadiendo los motivos que le llevaban a asentarse en pueblo español a pesar de la problemática que esto acarrea. Dieron con el clavo con esta dinámica, generando así una reflexión y una empatía hacia este colectivo rechazado por algunos, y más en tiempos de crisis; situación en la que nos encontramos con familias verdaderamente desesperadas ante la crítica situación por la que atraviesan, que acusan a este colectivo de robarles el trabajo y precarizar su situación. Esto nos pasa por haber vivido tantos años por encima de nuestras posibilidades, y todos somos afectados por ello, con que imaginémonos cómo le puede complicar esto la vida a un inmigrante por nuestras tonterías.
Explicaron el perfil del colectivo en función de si se trata de un inmigrante comunitario y no comunitario (no girando prejuicios de igual modo entre uno y otro), contando los primeros con una garantía de derechos que los segundos no pueden asegurar. Por ello, nos encontramos ante situaciones de inmigrantes indocumentados que ven truncados sus deseos de empleabilidad, y por tanto, no pueden conseguir su permiso de residencia perpetuando aún más su precaria situación. Es un bucle de derechos no reconocidos que obligan al inmigrante a carecer de esos derechos en nuestro país, a encontrarse desprotegidos y con una constante sensación de incertidumbre y desamparo. Sin duda son personas asociadas a una mano de obra más barata a la que poder explotar. De hecho, trabajando este verano tuve la oportunidad de hablar con mis compañeros (todos inmigrantes peruanos o croatas) sobre la explotación laboral que sufrían allí dentro, incluso sin cobrar el dinero que por derecho debía corresponderle. Pero, son inmigrantes algunos ilegales, y el señorito jefe un abogado. Nos aprovechamos de ellos como queremos a sabiendas de la necesidad que tienen por trabajar. Precisamente usamos ese factor como aliciente. Y eso es DETESTABLE. Son personas que, por supuesto, tienen problemas para adquirir una vivienda, el idioma muchas veces supone un problema importante que frena su integración en la comunidad española, el absentismo escolar es alto, y su situación laboral muy precaria. Por no hablar de la imagen mitificada, negativamente hablando, de unas personas que vienen a nuestro país porque lo ven como una salida más factible antes que quedarse en el suyo propio. Nuestros abuelos no emigraron al extranjero por gusto (hombre, quizás alguno sí), pero fundamentalmente esto fue producto a una situación parecida a la que ahora vemos en nuestro país. Lo que pasa que nos la damos de soberbios y somos incapaces de romper esa mala imagen que nosotros mismos hemos asociado a este colectivo.
Ante esta situación, el educador social no trabaja a través de sus plenas capacidades, sino que se convierte en un mediador intercultural aludiendo a la integración social, la promoción y transmisión de la cultura y la interacción entre las mismas. Aunque por lo explicado, creo que una vez superado o reeducado sobre lo perjudicial y contraproducente del concepto de xenofobia, las formas de actuación no son las adecuadas, y sí insuficientes. No hay más que ir a Plaza de Armas (por poner un ejemplo) y hablar con un/a inmigrante que te cuente por qué duerme allí. Porque no tiene papeles ni se les regulariza y los centros de acogida que nos comentaron nuestras compañeras piden papeles en su mayoría para acceder a él y, aún teniéndolos, las plazas son escasísimas, como todo. Esto nos pasa por destinar pocos fondos a lo social, así que luego no nos quejemos de que la sociedad va mal blablablabla…!!!
Otro de los puntos que trataron fueron los programas de interculturalidad que se desarrollaban en los centros educativos. O la feria de las naciones por ejemplo, que tanta gente reclama. Pero estas jornadas terminan por ser jornadas multiculturales, que no inter, puesto que España sigue siendo un país enormemente cerrado que disfruta de aquello exterior a nosotros cuando eso no implica sumirlo ni integrarlo como propio. Entonces ahí ya nos cuesta más, y las cosas, las fiestas y las tradiciones no son tan maravillosas, porque tampoco hacen que ni ellos nos integremos en ellos ni ellos en nosotros, siendo el deseo de eso mismo bastante cuestionable. Estamos pues ante programas bastante superficiales que no generan empatía ni implican ningún rasgo referente a la integración de estas culturas en la nuestra propia. Culturas que desconocemos muchas veces aunque creemos conocer.
Todo es más fácil si tenemos intención de aprender, de comprender, y quizás incluso de vernos reflejado en los demás. Debemos enterrar los estigmas sociales sobre que los inmigrantes vienen a quitarnos el empleo, a aumentar el índice de delincuencia y a vivir a cuenta nuestra. Porque no es así. Quizás escuchando comprenderíamos un poco más la situación por la que atraviesa una persona que se ve obligada a emigrar. Quizás a estas personas cabezonas (u ordenadas. Ja, ja y ja), les vendría bien realizar la dinámica de las compañeras: ojala fuesen estas personas las que tuviesen que escribir una carta explicando los motivos por los que vienen a España a pesar de los prejuicios y demás que tienen personas como ellos mismos. Resultaría lo menos muy interesante.
uNsaludO. . . =)
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