Hace unos días tuve la suerte de conocer a una persona muy especial, especial por su historia, tan distante a la vida de muchos afortunados como nosotros (por suerte); pero real como la vida misma.
Todo sucede catorce años atrás en un país sudamericano que hoy día, y a pesar de las campañas y medidas paliativas del propio país y de los Estados Unidos, sigue siendo el mayor productor de drogas del mundo (el 70% de cocaína, una barbaridad).
Estamos hablando de Colombia.
Para el que no conozca la situación de este país, Colombia era considerado ya en la década de los sesenta el líder mundial en producción y procesamiento de un variado cartel de sustancias ilegales, que marcaban el día a día de una sociedad inestable sucumbida por el narcotráfico, la delincuencia y la insuficiente acción represiva contra esta situación, la cual se agravaba a medida que pasaban los años.
Colombia no era (ni es) un lugar que podríamos denominar "seguro", ni mucho menos.
Progresivamente, iba aumentando la demanda, y así llegamos a la década de los ochenta. En estos años se formaron carteles de drogas clandestinos, cuatro para ser más exactos: el cartel de Medellín, el cartel de Cali, el cartel del Norte del Valle y el cartel de la Costa.
Todo sucede catorce años atrás en un país sudamericano que hoy día, y a pesar de las campañas y medidas paliativas del propio país y de los Estados Unidos, sigue siendo el mayor productor de drogas del mundo (el 70% de cocaína, una barbaridad).
Estamos hablando de Colombia.
Para el que no conozca la situación de este país, Colombia era considerado ya en la década de los sesenta el líder mundial en producción y procesamiento de un variado cartel de sustancias ilegales, que marcaban el día a día de una sociedad inestable sucumbida por el narcotráfico, la delincuencia y la insuficiente acción represiva contra esta situación, la cual se agravaba a medida que pasaban los años.
Colombia no era (ni es) un lugar que podríamos denominar "seguro", ni mucho menos.
Progresivamente, iba aumentando la demanda, y así llegamos a la década de los ochenta. En estos años se formaron carteles de drogas clandestinos, cuatro para ser más exactos: el cartel de Medellín, el cartel de Cali, el cartel del Norte del Valle y el cartel de la Costa.
A través de estas agrupaciones criminales, se organizaban y se expandían actuando contra el Estado, en oposición a las medidas de extradición de EEUUy la misma población civíl; daba igual quien fuese y daba igual el cómo.
Muchas personas fueron asesinadas a raíz de esta realidad, y Richard me lo supo contar tan real que se merecía escribirle algo, contar su historia, aunque nunca vaya a leerla, y probablemente nunca vuelva a verle.
Para él, todo pasó hace catorce años. Richard residía con su familia en Colombia y era un periodista dedicado a escribir críticas contra el Cartel de la droga de Medillín, cuyo capo era Pablo Escobar. Un jefe que, con todo el tema de narcotráfico, llegó a acumular una fortuna superior a los tres mil millones de dólares y a ser el séptimo hombre más rico del mundo. Increible, ¿verdad?
Debido a esto, el bueno de Richard y su familia estuvieron amenazados constantemente, por lo que el Gobierno se vio obligado a ponerle protección policial. Así todo, no sé cómo sería dicha protección, pero esto no evitó que fuese secuestrado dos veces. La primera vez a manos de la guerrilla durante diez días, pero estos le soltaron porque lo único que pretendían era que trasladase un mensaje al Gobierno para negociar; pero el segundo secuestro ya duró dos meses y fue encabezado por el propio Pablo Escobar antes comentado. Consiguió escapar, pero la compañera periodista con la que estaba en cautiverio fue asesinada.
Realmente parece una película, como muchas de las cosas que me encontré en Estados Unidos, pero no lo es, ni mucho menos.
Posteriormente a los secuestros, era tal el grado de corrupción que tenía el país, que los mismos guardaspaldas, los mismos que le protegían, un día no acudieron a buscarle a su casa. Richard, aquel día salió de casa para ir a trabajar como rutinariamente hacía, y se dio cuenta de que sus guardaspaldas no habían acudido a buscarle. Vio cómo unos individios se acercaban armados donde él. Gracias a que se tiró dentro de su portal "únicamente" recibió un tiro en la pierna, y otros dos en la ingle. Resulta que eso fue presenciado por su hijo, que por aquel entonces tenía cuatro años y comentaba cómo a día de hoy seguía acordándose de ese momento.
A las pocas horas de producirse tal tiroteo, el Gobierno le sacó del país a él, a su mujer y a sus dos hijos pequeños para evitar que se produjese otro suceso parecido. Tenían que emigrar de su país para salvaguardar sus propias vidas, dejando al resto de su familia allí. El Gobierno colombiano les dio a escoger entre Holanda, Suiza y EEUU. Finalmente fue el país norteamericano la elección; argumentaba que por motivos de cercanía y de cultura, pues no hay que olvidar que en EEUU una importante parte de la población es latinoamericana.
Entonces, el Gobierno estadounidense le acogió y le metió en un programa de protección oficial (les cabiaron el nombre, les ofrecieron vivienda, trabajo y becas para el estudio de los niños, que a día de hoy siguen manteniendo). Richard tiene doce hermanos, pero nunca más pudieron volver a su país a verlos, y afirma que si la situación política del país no cambia, nunca podrán.
Es increiblemente triste historias como estas, pero es sólo una más de tantas, y él se sentía afortunado de tener la vida que tiene después de haber visto cómo compañeros periodistas suyos eran secuestrados al igual que él, y muchos de ellos asesinados.
Ya lo dijo Gabriel García Márquez en "Noticia de un secuestro", libro que si no habeis leído y os interesa el tema recomiendo que leais. En él os encontraréis con Richard, el hombre del que os he estado hablando. No es su nombre real, ni si quiera el nombre que me dijo a mí es el suyo real, sino el que EEUU le dio para cambiar su identidad. Lo mismo hizo García Márquez, quien escogió ese nombre para su obra tras haberle entrevistado sobre ese pasaje de su vida, al igual que a otros comañeros supervivientes.
Por tanto, para mí Richard es un nombre simbólico que representa a este amigo que se portó enormemente bien conmigo, pero a su vez engloba a todas las personas que estaban en su misma situación o tienen que vivir lejos de su país y de su gente por el motivo X que sea.
En honor pues a ellos hago esta entrada, no soy ni mucho menos García Márquez, pero merecen no caer en el olvido.
Un Saludo =)
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