miércoles, 4 de noviembre de 2009

S.A.L.T.A.N.D.O (sin preocupación [!])



Toda persona debería ser consciente de que la educación en valores es algo que no puede pasar a un segundo plano y que, por ello, debe ser trabajado desde temprana edad; más que nada porque esto será lo que nos sustentará el día de mañana en gran parte.
Por ello, Pixar (como hace Disney en sus películas) elabora una serie de cortos, "Saltando" entre ellos, siempre con una moraleja tanto implícita como explícita de la cual aprender.
A modo de resumen, diríamos que el corto trata de un cordero popular dentro de la comunidad animal en la que vive, y que sufre, sin tener él ningún tipo de culpa o sin haber generado ningún daño, una situación de exclusión.
Más detalladamente, el cordero era un animal feliz que no paraba de bailar y de dar ritmo a la comunidad de animales con sus bailes. Todos le querían por ello, y por ello era aceptado. Pero un "buen día", como dice literalmente el corto, fue esquilado y toda su mata de lana desapareció, viéndose sólo su piel rosa; por ello, y simplemente por ello, se convirtió de la noche a la mañana en el hazmerreir del resto. Esa situación de rechazo genera en él un sentimiento de malestar y tristeza. En ese caso, el hecho de convertirse en “pelón” fue un argumento suficiente para excluirle; en nuestra realidad, nuestro día a día, se dan circunstancias similares, bien sea por estética, motivos de sexualidad, procedencia y un infinito etcétera, por desgracia. Hasta los mismos niños son generadores de esa exclusión, aunque sólo sea por reírse del nombre de un compañero porque él lo considere ridículo, suponiendo esto un complejo para dicho compañero. Por eso es tan importante que esa educación en valores sea temprana y continua.
En definitiva, y sin desviarme del tema, (que me conozco y soy muy propensa a ello), nuestro cordero protagonista, pasa de ser un animal feliz, que confiaba en sí mismo, querido y respetado a un animal inseguro, triste, sin esperanza, resignado, conformista, sin autoestima y ridiculizado por la sociedad.
Pero esta situación cambia de nuevo completamente al aparecer el sabio conejo en escena. Él, quien sólo pasaba de paso gracias a sus grandes saltos que le llevaba de allá para acá, observó la situación y quiso preocuparse por el estado del cordero. Eso, el interés por la otra persona, algo que puede resultar tan absurdo, puede ser el gran impulso (o al menos el primer paso) para que esa persona adopte una actitud más positiva y continúe adelante retomando su situación anterior, o incluso mejorarla. De hecho, el conejo le proporciona buenos consejos, haciéndole ver que la vida más que tener pelo o no, es la forma en que tú te tomas o no el tenerlo; que no se debe esconder por ello, sino afrontar esa situación, puesto que la vida es un continuo subir y bajar. Lo importante es aceptar y aprender de esas subidas y bajadas, para así poder disfrutar de la vida. Así que, no contento con esas sabias palabras, y a modo de metáfora, le enseñó el gran truco que tanto él emplea: saltar. Un verbo para nosotros nada significativo, pero que podríamos interpretarlo como “vivir feliz, a pesar de los contratiempos que nos acechen, sea nuestra situación buena o mala”. Así que, gracias al buen conejo, al cordero este “problema” dejó de “causarle preocupación”.
En realidad, todos somos el cordero en algún momento de nuestra vida, y estamos rodeados de ellos en nuestro día a día, por ello podríamos ser un poco más conejos con los demás, lo mismo que un día fueron con nosotros.



. . . Poder es Luchar, pon Fe en lo que tú más creas, persigue lo que tú más desees, Sonríe y ayuda a sonreír a aquellos que no sean capaces de hacerlo por ellos mismos . . .

[B.E.A.T.R.I.Z]

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